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06 Abr ¿Cómo convertir tu cama en un entorno seguro?

Nuestro colchón es cómodo para nosotros pero también para los microorganismos. Por eso es tan importante la tecnología llamada HeiQ Viroblock que utiliza Flex® para conseguir la máxima higiene posible de los productos de la cama. Si quieres saber más, descúbrelo aquí.

 

Visualízalo por un momento

Llegas a casa después de un largo día de trabajo, te preparas algo rápido de cena, te pones una serie de fondo… y a los pocos minutos caes rendido; es hora de dormir, te diriges a tu dormitorio y ¿quién te espera ahí, noche tras noche, de forma incondicional? Tu cama. Tu querido colchón.

Ay, los colchones: esos objetos semiblanditos sobre los que nuestro cuerpo descansa cada noche, sobre los que leemos, desayunamos, y… BUENO. Qué te voy a contar.

Son objetos maravillosos, de eso no queda duda, pero todo esto no sale gratis. Tan cómodos son para nosotros como lo son para miles de microorganismos que pueden alojarse en ellos y multiplicarse rápidamente como si fuera eso su casa, pudiendo incluso dañar el tejido sobre el que crecen.

Probablemente sepas que nuestro planeta está poblado y repoblado de todo tipo de microorganismos que, aunque no podamos ver, conviven con nosotros 24/7. Los encontramos por todas partes.

Microbiota

De hecho, no hace falta mirar muy lejos. En nuestro propio cuerpo tenemos la microbiota, ese conjunto de microorganismos que se encuentran habitualmente en zonas como el intestino, la boca o la piel y que realizan todo tipo de funciones para nuestro organismo.

No solo eso, sino que todo lo que te rodea está plagado de estos seres microscópicos: tu móvil, la silla sobre la que estás sentado o el pomo de la última puerta por la que has entrado.

Esto es algo que tenemos bastante asumido, al fin y al cabo hace años que conocemos la existencia de estos bichos minúsculos, pero imagínate por un momento el tremendo susto que se debió llevar la primera persona que fue capaz de verlos a través de un microscopio. No es para menos.

Vale, o sea que el mundo está plagado de bichos que no podemos ver con nuestros ojos, pero ¿de qué bichos estamos hablando exactamente?

Bacterias

Pues unos de los más conocidos probablemente sean las bacterias. Las bacterias son organismos formados por una sola célula, o sea, SON una célula. Es por eso que decimos que son organismos “unicelulares”, en contraposición a nosotros, que como estamos formado por millones de células, somos organismos “pluricelulares”.

Como las bacterias son células, estas tienen su propio metabolismo: construyen y deconstruyen moléculas según les conviene, fabrican las proteínas que necesitan y replican su propio ADN cuando tienen que dividirse. Entonces, ¿en qué se diferencian de nuestras células?

Pues para empezar, las bacterias son bastante más pequeñas. Es cierto que las hay de muchos tamaños, pero la mayoría de las especies bacterianas miden aproximadamente 1 micrómetro (µm), es decir, una milésima parte de un milímetro. Si comparásemos una bacteria con una de nuestras células, por ejemplo del hígado, la diferencia de tamaño sería la misma que la que hay entre una canica y un aro de baloncesto. Para flipar.

Eso sí, hay algo que las bacterias tienen en común con nuestras células: son muchas y muy variopintas.

Si pudieses ver a simple vista las millones de bacterias que se encuentran en tu piel, en el aire que respiras o incluso en la pantalla por la que estás viendo este vídeo, te aseguro que alucinarías: verías bacterias con aspecto de bola, de bastón, de filamento, e ¡incluso de espiral!

Por ejemplo, los llamados cocos son bacterias en forma de bolita, como las del género Staphylococcus, que suelen unirse de dos en dos o en ramificaciones parecidas a los racimos de uva. Otras, como los bacilos, tienen forma de bastón, como por ejemplo la Escherichia coli, una bacteria que vive de forma natural en la piel y el intestino.

Virus

En fin, las bacterias son fascinantes, pero existen otro tipo de seres microscópicos que (desgraciadamente) han ido ganando muchísima más relevancia en el último año: los virus.

Si una bacteria estándar mide aproximadamente una milésima parte de un milímetro, los virus se miden en nanómetros, o sea, unidades ¡un millón de veces más pequeñas que un milímetro!

Aunque probablemente, la característica más diferencial de los virus es que dependen de una célula para poder multiplicarse. Ya que, como ellos mismos no son células, necesitan tomar “prestada” la maquinaria de replicación de las células, es decir: sus proteínas y sus estructuras.

Entonces, ¿de qué están hechos? Pues a pesar de ser potencialmente mortales, la estructura de los virus es bastante basic. Contienen lo estrictamente esencial para infectar a una célula y “producir otros virus”: material genético (que puede ser ADN o ARN), proteínas y un envoltorio que rodee todo esto.

Para multiplicarse, infectan a las células introduciendo en ellas su material genético y sus proteínas. Una vez dentro, el virus utiliza la célula a la que infecta como una fábrica, que le aportará la energía y maquinaria necesarias para dar lugar a nuevas partículas de virus, que una vez formadas, serán expulsadas al exterior listas para infectar a más células.

Bueno, ante este panorama de caos y destrucción, la pregunta es: ¿cómo narices seguimos con vida en un mundo dominado por estos bichos microscópicos capaces de matarte? 

Pues, por suerte, los seres vivos contamos con un maravilloso sistema de defensa que nos protegerá ante la menor invasión de cualquier microorganismo que se atreva a infectarnos: nuestro sistema inmunitario. El sistema inmunitario es ese conjunto de células y moléculas que nos defienden contra las agresiones que nos amenazan.

Pero es que además, el ser humano ha ido incluso más allá y ha desarrollado tecnologías que nos permiten mantener a raya a todo tipo de microorganismos. Desde los antibióticos (que nos permiten curarnos de las infecciones bacterianas) hasta algo tan cotidiano como el gel hidroalcohólico, capaz de inactivar a un virus tan conocido como el coronavirus.

Dicho todo esto, y teniendo en cuenta que estos bichos están por todas partes. No te sorprenderá que te haya comentado al principio de este vídeo que un objeto tan cotidiano como un colchón puede llenarse fácilmente de ellos.

Higiene

Por suerte, esa acumulación excesiva de microorganismos que se puede evitar, para empezar, con algo tan sencillo como la higiene. Tener unos buenos hábitos de limpieza, por ejemplo lavando los elementos del dormitorio (como las sábanas o la funda del edredón) es esencial para mantener un entorno limpio a la hora de dormir.

Pero además, yendo un poco más allá de lo básico, otra forma de cuidar la higiene del dormitorio (y más concretamente del colchón), es a través del material que conforma ese colchón. Sin ir más lejos, hoy quiero hablaros de una tecnología llamada HeiQ Viroblock que utiliza Flex® para conseguir la máxima higiene posible de los productos de la cama.

Concretamente, HEIQ VIROBLOCK SILVER & VESICLE TECHNOLOGY consiste en una tecnología para tratar tejidos que protege estos productos de los microorganismos. Y esto lo hace a través de partículas de uno de los elementos químicos más famosos de todos los tiempos: la plata.

Seguramente asocies la plata a cosas como la joyería o la decoración (vamos, a “hacer bonito”). Pero es posible que no supieras que este elemento tiene propiedades tan impresionantes como inhibir el crecimiento de todo tipo de microbios.

También te digo que esto no es algo nuevo, sino que se lleva sabiendo desde hace miles de años. Desde el año 4.000 a.C la plata se ha venido utilizando con numerosos fines médicos, incluso antes de saber la existencia de los microorganismos como causantes de las infecciones. De hecho, hasta la llegada de los antibióticos en los años 40, la plata fue una herramienta increíblemente potente tanto para prevenir como para tratar infecciones.

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